Tengo que aprender a ser luz entre tanta gente detras.

Y ahí estaban, a Candence no le agradaba demasiado vivir en una casa ajena, aunque fuera de la familia de su pareja debían compartirlo todo con sus hermanas. La castaña pasaba tiempo llendo y viniendo, buscando algún trabajo de medio tiempo a lo que todos le decían que no, que en su estado no podría trabajar. Odiaba eso, no se estaba muriendo, estaba embarazada de unos cortos seis meses aunque su vientre no lo demostraba, parecía estar a punto de dar a luz.

Zes había salido para sus clases de la academia y la había dejado sola, no tenía idea donde estaba Liv. Hablaba por telefono, en el manos libres estaba Cameron, diciendole que si tenía algún malestar le dijese que éliría en una disparada, le agradaba elhecho de tener cerca a su hermanito en Australia.

Aquel día había sido demasiado agotador para su pobre cuerpo y para las corridas que debía de hacer debido a su joven hermana y su embarazada mujer. Sí, iba a ser padre en unos cortos seis meses. Y lo mejor era que sería padre de dos hermosos varones. Sí señor, sus primeros hijos iban a ser mellizos. La felicidad y las babas que Praxes estaba teniendo en esos meses eran impresionantes. Además, claro estaba, lo protector que se había vuelto con Candence. No permitía que realizara ningún mal esfuerzo, ni tampoco que levantara cosas pesadas y si era posible que ni intentara moverse. Sí, era todo un exagerado pero necesitaba protegerla a ella y a sus dos hermosos hijos que pronto le harían compañía en el mundo. Pero claro que no era una tarea fácil. Él tenía que dar clases en la Academia la mayor parte del día por eso pedía la colaboración de Liv. Cuando ella tenía tiempos libres (lo que generalmente era la mayor parte del tiempo) se encargaba de su cuñada. Estaba encantada con la idea de que dos pequeñuelos estuvieran allí en los próximos tres meses corriendo por todos lados.

Con pesadez pero una sonrisa tranquila y serena en su rostro, abrió la puerta de su hogar para enseguida buscar con la mirada a su mujer. Aquella enorme panza que tenía la hacía mucho más hermosa de lo que ya era. Sí, estaba embobado con ella. Pero estaba enamorado, completamente enamorado de Candance Sinclair.

Candence se sentía mejor que bien ese día, estaba acostumbrandose a llevar ese gran vientre con sus dos pequeños, había estado por la mañana buscando en internet nombres para sus gemelos, pero no le gustaba nada, Praxes que no aparecía, su pobrecito rubio trabajaba demasiado y ella tendría que hacer lo mismo. Cortó con Cameron y al segundo Christopher estuvo al tubo, su hermano mayor acaba de ser padre de un hermoso Sinclair, no veía las horas de conocer a su sobrino. Estaba contenta por él, había recuperado sus piernas ya y su esposa Mizah lo ayudaba en la recuperación.

Luego de que se cansaran de hablar de sus vidas Candence fue hacia la cocina, le cocinaría algo a su hermoso para cuando llegara, unas pastas con salsa. Uno de sus niños se movió en su vientre haciendo que ella sonriera y llevase su mano allí, comenzó a cocinar tranquila mientras Maroon 5 sonaba de fondo.

No había rastros de su morena cabellera por la sala. Solamente llegaban a sus oídos su dulce voz, Maroon 5 haciéndole compañía y un exquisito aroma a salsa. Sonrió colocando su maletín en el enorme sofá que había comprado a penas se habían mudado para Australia. Candance sabía perfectamente cómo mimarlo, porque sabía que ella se sentía inútil si no trabajaba, si no se mantenía haciendo algo. Ella quería estar en constante movimiento pero si él estaba cerca, no se lo permitía. Siempre terminaba él haciendo todo por ella, hasta una vez se había ofrecido a bañarla por miedo a que pudiera resbalarse en la ducha. Era todo un exagerado, pero solamente quería que ella estuviera bien. Que sus dos pequeños también estuvieran bien. Quería cuidar a su familia, porque ahora tenía una familia propia. Sin dejar de lado a su hermana, claro estaba.

Dejando su saco en una silla y desabotonándose los primeros botones de su camisa caminó hasta la cocina, donde vio de espaldas a su mujer. Acomodándose los puños de su camisa, rodeó su vientre enorme con sus manos y enterró su rostro en el hueco de su cuello, dejando que su aroma frutal lo invadiera por completo. -Llegué princesa- murmuró en su oído, con su tono masculino de siempre y dejó un beso en el lóbulo de su oreja mientras sus manos mimaban a sus hijos.

Amaba esa melodía, no demasiado lenta pero tampoco era un heavie metal. La tranquilizaba y mejor aún ver el video en su movil de Adam Levine en paños menores hacia que sus hormosas,ya de por si revolucionadas por el embarazo saltasen. Mientras la salsa hervía en su sarten la castaña puso los tallarines en agua y comenzó a bailar con la escoba, cantando y mirando de vez en cuando por la ventana, ya había visto uno de esos días que el vecino se asomaba por la verja para verla. Ya lo agarraría y vería ese sinverguenza.

Las manos de su hermoso la rodearon mientras bailaba suavemente y ella ladeó el cuello, dejando que sus labios se instalasen en éste, amaba tanto a ese rubio. - Papá ha llegado niños.. - murmur´con media sonrisa, llevando sus manos a parar sobre las de él, más grandes y fuertes.

Papá. Adoraba cómo esa palabra sonaba. En los últimos meses había adoptado un significado diferente para él. Nunca se había imaginado ese momento, en el que fuera a ser padre. Sí, siempre se había imaginado con una hermosa familia... Pero que todo aquello fuera real lo descolocaba a veces. Siempre pasaba unos momentos en la noche, mayoritariamente cuando se acostaba, imaginándose a sus dos pequeñuelos en sus brazos. Definitivamente sería un padre baboso a más no poder. Y cómo no podría no serlo, si a su lado tenía la mejor mujer del mundo. Y escuchar de sus labios la palabra papá era mágico.

-Y vengo a cuidarlos- murmuró sonriendo haciendo un pequeño caminito de besos hasta su hombro, donde luego reposó su mentón. -A los tres- añadió, dejando en claro que ya era hora que Candence dejara de estar parada. Era un exagerado, pero no podía evitarlo.

Le encantaba que él estuviera tan contento de ser padre, y agradecia infinitamente que lo hubiera aceptado tan bien, ambos eran primerizos y cualquier cosa que pasaba era novedad para ellos. Los brazos de Cand se anclaron en los hombros de él y dulcemente dejó un beso en sus labios.

- Estamos muy bien cielo, a los niños les gusta bailar..- ella se movió sutilmente con él, como si estuvieran bailando un lento vals juntos, aunque no demasiado, aquel gran vientre los separaba lo suficiente.

Sonrió cuando comenzó a moverse con él, y con delicadeza rodeó su cintura. Si alguien que no la conociera la viera en la calle, pensaría que estaba a punto de dar a luz. Pero unos largos tres meses los separaban de poder conocerlos por fin a sus pequeños. Volvió a dejar un beso pequeño en sus labios y se arrodilló frente a ella, quedando a la altura justa de su enorme vientre.

-Hola pequeños. Tuve un día demasiado largo, pero estoy en casa...- murmura, acariciando aquella enorme pelota (porque parecía eso, una pelota) con una sonrisa tonta en su rostro. Era costumbre suya hablarles así, sabía que podían escucharlo. -Espero que le hayan hecho fácil el día a mamá. Ahora estoy yo para facilitárselo más aún- añadió y dejó un beso sobre ellos, dos para ser más exactos, como si estuviera besando sus frentes.

Él era lo mejor que le podía pasado, sin duda era todo lo que habia pedido. Candence observó como él se agachaba y les hablaba a los pequeños, le habían dicho que si les hablaba los niños podrían escuchar sus voces y desde ese entonces su rubio no dejaba de hacerlo.

- Se han portado muy bien.. - una pequeña patadita hizo que ella callara, seguramente uno de ellos le estaba dando la bienvenida a su padre. Sonrió leve, llevando la mano de su pareja a donde había sentido eso, para que él pudiese sentirlo tambien.

Estaba por preguntarle por qué había enmudecido, si se sentía bien, si necesitaba algo, si quería sentarse o recostarse, si llamaba al médico pero cuando ella llevó su mano a su vientre la sonrisa más boba y tierna que pudiera existir sobre la faz de la tierra surcó su rostro. Lo estaban escuchando, si se movían era porque lo escuchaban. No podía pedir más, su familia lo era todo.

-Me escuchan, Cand, me están escuchando- le dijo completamente embobado a su mujer. Porque ella era suya y él era de ella, de eso no había ninguna maldita duda.

Candence estaba apoyada en su hombro, viendo como él era feliz al sentir a sus hijos en su vientre, asintió con media sonrisa - Claro que te escuchan, quieren salir y jugar contigo cielo.. - contestó suavemente, acariciando el corto y suave cabello de su Praxes.

- Quieres comer algo, creo que las pastas estan listas hermoso.. - le comentó dulcemente mientras lo obligaba a pararse, aquello de sus bebes despiertos hacian que se agitase todo en su vientre y le costase más mantenerse tranquila, solo esperaba que él no lo notase, no quería preocuparlo.

Ya se imaginaba mil cosas, cuando les enseñaría a jugar al fútbol, andar en bicicleta, a las escondidas, a leer y a pintar... Él se encargaría de todas esas cosas con su mujer a su lado. Serían unos padres geniales, los mejores del mundo. Solamente esperaba que sus hijos tuvieran buena salud. A pesar de que estaban haciendo las cosas bien, ese era un factor que no se podía manejar.

Cuando se reincorporó y le mencionó lo de la comida, asintió con la cabeza. -Pero el que se encarga ahora de la comida seré yo. Así que usted señorita me acompaña al comedor- le dijo, haciendo una pequeña reverencia cuan caballero y colocándose detrás de ella para tomar su cintura y una de sus manos. De esa forma hizo que se sentara, mientras él volvía a la cocina.

Agradecía cada pequeño gesto de él para con su salud y la de sus niños, Candence no protestó al sentir sus brazos en su cintura y se dejó guiar al comedor, tenía apetito ya, debía alimentarse por tres ahora y aunquen o le gustase para nada engordar ya no tendría remedio, él la quería igual que el primer día.

La castaña se sentó en una silla, acomodando su vientre para no hacer daño y dejó que él fuese a buscar las pastas. Los platos y cubiertos ya estaban puestos.

Canturreando por lo bajo la canción que Candence había estado escuchando coló las pastas, revolvió la salsa que estaba casi a punto, buscó una fuente y se dedicó a colocar aquellos fideos en su interior con un poco de salsa encima. En la heladera buscó queso y algo para beber. Así todo cargado caminó hasta el comedor con una sonrisa en sus labios. -Ni se te ocurra levantarte que puedo hacerlo solo- le dijo, sabiendo que cuando lo viera así ella intentaría ayudarlo. Sabía que no estaba inválida sino embarazada pero si podía estar sentada y sin hacer nada, era mejor.

Era demasiado activa como para hacer aquello, Candence observó como el rubio llegaba todo cargado y se levantó de golpe, tomando las bebidas y dejandolas en la mesa. - Listo, ya estamos.. - ella sonrió abanicando sus pestañas, sabiendo como podía aquello con su hermoso.

Volvi´oa sentarse al sentir otro tirón en la espalda, mordiendose el labio con fuerza para aguantar las lágrimas.

Iba a refunfuñar cuando ella se levantó de su lugar, pero tuvo que morderse la punta de la lengua cuando vio el abanico de sus pestañas. Lo conocía demasiado como para no comprarlo. Bendita sea ella por ser tan perfecta. Solamente negó con la cabeza y comenzó a servir las pastas en los dos platos que habían sobre la mesa.

Cuando estaba pasándole el plato, vio cómo se mordía su labio inferior con fuerza. Así como ella lo conocía a él, él la conocía perfectamente a ella. Enseguida dejó los utensilios para hacer dos grandes zancadas y estar a su lado. -¿Qué pasa? No mientas, dime la verdad- le dijo preocupado y acariciando su rostro.

Aquello había dolido, sumado al rápido movimiento al querer ayudarlo todo le había dado vueltas, quizás en darle la razón sería en ese momento lo correcto, pero se sentiría tan inútil sin nada que haccer.

Ella levanó la mirada hacia él - Solo fue un mareo cielo, estoy bien.. - susurró despacio, levantando su mano para acariciar su barbilla.

Negó con la cabeza sabiendo que le estaba mintiendo. La conocía perfectamente como para saber que ese gesto eran de lágrimas contenidas. Además él no era tonto. Un simple mareo no ocasionaba esa reacción en ella. Se dejó mimar e intentó quitar de su expresión cualquier seña de preocupación. Volvió a mirarla a los ojos, con sus azules orbes penetrantes fijados en los verdes de ella.

-Dime la verdad Cand... Un mareo no ocasiona eso- murmuró, delineando su rostro con la punta de los dedos. Solamente quería cuidarla, quería protegerla.

La castaña lo observaba, debía decirle aquello, pero no podía permitir que él se preocupara, con lo feliz que se encontraba, le parecía una traición a todo el amor que le tenía, sus pálidos dedos que quedaron acariciando su barbilla, mientras ella soltaba las lágrimas una a una. Era extraño, él jamás la había visto tan vulnerable. - No sé si podré seguir creciendo, me duele demasiado, su vientre seguía creciendo día a día, aquello no era ni de lejos como cualquier embarazo, esperaban a dos pequeños y eso podría tener complicaciones. - Tengo miedo Xes.. - susurró al fin.

Verla llorar le partía el alma. Entendía sus miedos de una forma que no tenía idea. Muchas veces había tenido pesadillas sobre la vida de ella y de sus hijos, pero nunca se las había contado. Lo último que deseaba era que se volvieran realidad. Tendrían que tener una consulta médica urgente. ¿Por qué no se lo había dicho antes? La preocupación estaba, pero no podía permitirse dejarla sola con semejante angustia. De todas formas, aquel no era momento para planteos, luego podrían hablarlo tranquilamente cuando estuviera seguro de que aquellas cosas eran normales. Intentó ser positivo y darle ánimos a Cand, tenía que ser su pilar.

Limpió sus lágrimas con su pulgar. Verla llorar era demasiado para él, porque sabía que ella solamente lo hacía cuando las cosas realmente no iban bien. -Tranquila cariño, llamaré al médico para que nos haga una cita- murmuró, lo más pacífico que podría llegar a sonar. Necesitaba tranquilizarla y si se volvía loco no podría hacerlo.

Toda su vida había sido una mujer fuerte, decidida, había cuidado de su hermano mayor en sillas de ruedas cuanto el resto del mundo los había abandonado, y se había hecho cargo tambien del pequeño, pero allí se sentía una niña, en los brazos de Xes había descubierto por fin la fortaleza que necesitaba y todo se ropia en sus brazos, su gran caparazón. La castaña apoyó su frente en la de él, agachado allí, diciendole que nada iba a salir mal, eso era todo lo que esperaba, estaban tan contentos por ese par que vendría a acompañarlos,pero su salud cada día era más delicada, se agitaba por cualquier cosa, no quería estar en la cama, pero en ese momento lo haría.

- Vamos a la cama cielo.. - él podía luego volver al comedor a terminar su plato, a ella se le había revuelto yael estómago..