Stay away for a minute, please.

Su hermana lo estaba matando. La amaba, con toda el alma, pero desde que estaba en la academia no se le despegaba ni un sólo segundo. Probablemente porque tenía esa estúpida creencia de que andaba con alguna chica, y ésto de esconderse, según ella, afirmaba sus sospechas. Había logrado salir del comedor antes de que ella terminara su cena y ahora se encontraba sentado en uno de los escalones de aquellas escaleras que prácticamente nadie usa a esas horas, conducían a las aulas y hasta donde él sabía, nadie tenía clases nocturnas.

Se estiró en todo el escalón, apoyando su espalda sobre la pared, con un libro en las manos. Tranquilamente, comenzó a buscar la página en que había dejado su novela, sin descuidar la manzana que tenía de postre justo a su lado.

Jacqueline estaba en un momento demasiado profundo y filosófico de su vida, hasta se había replanteado visitar esos centros de yoga y reiki, sentía que necesitaba conectarse con lo más profundo de su espiritualidad, que necesitaba comprender esa parte de ella a la que jamás le había dado atención alguna, sus sentimientos. De todas formas sabía, muy en su interior, que era una locura del momento, que con el pasar de las semanas volvería a ser la despreocupada y alocada rubia de siempre.

Se dirigía a su habitación en busca de su teléfono, lo había dejado en la mesa de noche cargando la batería y si planeaba salir a buscar un centro de espiritualidad, la presencia de su móvil era imprescindible. Subió con rapidez las escaleras de la academia, en Australia las cosas eran demasiado similares a su anterior academia, por lo visto Kaulitz tenía la misma semiología a la hora de crear, pero aún así el ambiente era distinto, las personas eran distintas - bueno, reconocía unos cuantos compañeros - pero eso había sido lo que ella estaba necesitando, un cambio, no se arrepentía en lo absoluto de haberse mudado.

Sus pensamientos vagaban en su mente despitándola de todo. La vista al frente, los pies apresurados, no alcazaron a visualizar el par de piernas frente a ella. De bruces al suelo se hubiese topado de no ser porque su par de manos la frenaron. - Mierda.. - masculló con la expresión de susto en el rostro. ¿Quién se había interpuesto en su puto camino?

Estaba distraído entre sus líneas cuando sintió un golpe en su pierna. Alguien había tropezado con el y seguramente se había dado un buen golpe. Con el ceño fruncido, se apresuró a moverse del camino y ayudar a la chica. No creía conocerla pero se sentía culpable del hecho de que culpa suya se podría haber lastimado. Apoyó una de sus manos sobre su cintura, ofreciéndole la otra-Lo lamento, ¿Te has hecho daño?-pregunta, con debida educación. El podría ser cualquier cosa, pero no dejaría de ser caballero, como buen inglés que es.
Observó a la rubia con detenimiento, con un deje de preocupación en sus facciones, pero al parecer no había mayores daños, o ella estaría gritando al respecto.

Sus manos se habían interpuesto en el que hubiese sido un impacto estruendoso de su rostro contra la escalera de madera. Se sostuvo de ellas durante un segundo, como si estuviera haciendo flexiones, antes de que con suma rapidez el muchacho - ahora podía verle el rostro - con el cual había tropezado se dispusiera a ayudarla. Jacqueline se incorporó y meció levemente el mentón, analizando en milésimas de segundos el rostro del muchacho. Tosió con el puño cerrado junto a su boca y tragó saliva. - Amh, no, en lo absoluto. Es que, iba apresurada, eso es todo. - Alisó su camisa color crudo y se incorporó debidamente. - Lo siento, no te había visto. - Era la realidad, aquel moreno había aparecido de la nada allí.

Se arremangó la camisa por impulso y la cinta azul que adornaba su muñeca con la palabra "teatro" refulgieron. No toda la academia las usaban pero para ella era una linda forma de identificarse. Extendió su mano, había gestos de su familia que jamás se irían. - Jacqueline Whitesnow - por supuesto, su nombre con suerte entraba en su identificación.

El chico la ayudó hasta que se aseguró que estaba en completo uso de su equilibrio, sólo entonces alejó sus manos de ellas. Había sido una pequeña invasión de espacio, pero solamente por reflejos, caballerosiad. Asintió ante las palabras de la chica cuándo ésta le dijo que se encontraba bien. La verdad que el tampoco la había escuchado siquiera, si no, obviamente se habría quitado de en medio-Lo lamento, tampoco te he escuchado ni visto-se disculpa, medio sonriendole.

Observó la cinta en su muñeca con curiosidad, antes de volver la vista de nuevo a su rostro-Un placer, Alex Nott-se presenta, a cambio.